Un hermoso cuento hecho por "Claraluz" sobre una vivencia en Pomabamba
Martina es una mujer alta y rubia que recoge su pelo a golpe de horquillas. Es independiente, inquieta, impulsiva y auténtica. Cuando sonríe, cosa que hace a menudo, no distingues el color de sus ojos. Siente pura pasión por Perú y como si de una gran amistad se tratase, sin saber por qué la vida le trae hasta allí una y otra vez.
Se adentra en el misterioso mundo inca y saborea los paseos por los coloridos mercados de Cuzco lleno de mansiones coloniales e iglesias. Visita a menudo la región del Puno con su lago Titicaca y disfruta de la gastronomía del lugar.
Lo que más le gusta es viajar a Lima, Arequipa y Machu Picchu, pero sobre todo explorar las inmensas planicies peruanas o la cordillera andina. Fue de esa manera como llegó hasta Pomabamba, uno de los lugares más bonitos y bohemios, arropado por dos montañas verdes en la llanura y blancas por la nieve en la cima. A Martina le gusta darse un baño termal en la zona y subir al mirador de la Cruz, donde disfruta de una espectacular vista donde la mirada se pierde sobre los tejados de la ciudad; Pomabamba está viva.
En ese momento suena el móvil. Es Isaac, su mentor y profesor, quien más le ha acercado a la cultura peruana y a su integración. A él le debe, entre otras cosas, sus conocimientos con el idioma quechua, compartiendo largas y agradables charlas. En Pomabamba viven los padres de Isaac. Eugenia, la madre, es una bella mujer de tez morena y dulce mirada. Justino, su padre, un hombre bondadoso e inteligente con mucha fuerza interior.
Con ellos, Martina ha aprendido a mezclarse con las gentes del lugar pero sin perder la identidad. Disfruta con los coloridos trajes de las mujeres que contrastan con los pañuelos negros que sujetan sus hombros. Siente que hay verdadera coherencia con su cultura en la manera de pensar y vivir.
Los niños son el alma de Pomabamba. Salen a las calles a jugar y se dejan retratar por Martina que no pierde ocasión para tomarles fotos delante de las fortalezas incas, en la base de la bella cordillera, saliendo de una improvisada choza convertida en restaurante, dándoles de comer a unos patos del lago, etc…Dos niñas vestidas con pantalón oscuro y camisa amarilla juegan alegremente y sonríen cuando acerca el objetivo de su cámara para fotografiarlas.
Martina acepta una vez más la invitación de cenar con Isaac y su familia, disfrutando de una velada muy agradable y cálida. Cae la noche ya en el hotel, es hora de dormir, entonces cierra su libro y apaga la luz mientras resume el día en pensamientos. Concluye que en Pomabamba los problemas personales se suavizan, comprendes más y juzgas menos.
Nota aclaratoria: Yusulupaqui en quechua significa gracias.
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