Habíamos coordinado, para el efecto, con Fredy Vara, miembro de la Comisión de Edición,
Miembros de la Comisión Editora del Libro de Oro de Pomabamba
De izquierda a derecha: María Luz Sáenz López, María Luisa Vidal Olea, Pedro Flores Cueva, Nelly Tarazona Tinoco y Jorge Cirilo Meza.
Llegar desde Lima a Pomabamba, supone un viaje de más de de dieciséis horas con una escala obligada, de menos de una hora, en la fría y desordenada ciudad de Huaraz. Arribamos con Magna Vía, Presidenta y Enrique Sánchez dirigente de la Asociación de Ex Alumnos Fidelinos. En medio de un sol inclemente ingresamos a la ciudad por el barrio de Cañarí, llamado así porque en ella habitaron los antiguos cañares, mitimaes venidos en la época incaica desde Tomebamba, Ecuador .Rodeamos por la nueva pista de evitamiento, en cuyos bordes ya se levantan casas con ventanas y puertas pequeñísimos como intentando protegerse de los fríos ventarrones; avanzamos entre eucaliptos por el bucólico barrio de Curayacu, pasamos por el nostálgico Pachachín y terminamos en el histórico barrio del Convento.
Las calles, siempre desordenadas, con ambulantes muy bien posesionados, protegidos por techos de plástico azul que confieren al ambiente una fisonomía de mercado persa. Ciudad poblada de mototaxis. Alguien diría, después, que el mayor logro de los jóvenes es tener una moto. Taxis esperando ansiosos para partir raudos con el pasajero que apenas puede acomodarse. En cada cuadra se observan residuos de tierra y cementos apelmazados durante la construcción de viviendas y locales comerciales. Se dice que son signos del progreso, pero sin orden ni concierto. Se construyen edificios de cuatro y cinco pisos, rompiendo de manera grotesca el paisaje natural de un pueblo andino.
Nos entrevistamos al día siguiente con Fredy, quien nos dice que ya todo está preparado para la presentación, el viernes 12, de nuestro libro. Se habían cursado las invitaciones a las autoridades, dirigentes, amigos .Según pudimos comprobar, había una gran expectativa.
Presentación del libro: logros y sorpresas.
Efectivamente, arribamos aquella noche al auditorio de la Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote, ULADECH, cedido de manera muy generosa por su Rector Joaquín Alva Fontenla. Se llenaba poco a poco. En el ambiente se impregnaba gran expectativa. Felizmente superamos el impase de última hora: Máyela Vidal, miembro inicial de la Comisión del Libro había desistido del brindis ofrecido. El Municipio y el Notario Jacob Villavicencio cubrieron aquel vacio.
Iniciamos la ceremonia con atraso moderado. Tomo la palabra Pedro Buiza, Director del Colegio Nacional Fidel Olivas Escudero. Como estaba bebido no podía articular una idea medianamente coherente. Un bochorno público.
Quien si estuvo consistente, preciso, breve y sereno fue el profesor Pedro Gerónimo López Ponte, Subdirector del Escuela Primaria Rosenda Sánchez Escudero.
En esos momentos hace su ingreso discreto, algo turbado, el alcalde provincial Juan Ponte Carranza. Toma asiento muy cerca de la mesa central. Es la primera vez que lo veo. Bajo de estatura, muy joven, miraba el auditorio con cierta lejanía, como preguntándose: bueno, ahora… ¿que hago? Efectivamente aquella noche no dijo nada. Concluida la reunión, me acerqué y nos saludamos. De trato amigable, casi campechano. Trasmite calidez. Evidentemente es un tipo de un carisma natural, espontáneo. Muy eufórico, nos dijo que al día siguiente almorzaríamos juntos en el restaurante de Nicéforo Caldas.
Confesiones de un Alcalde.
Así fue. Muy puntual, a la una, estábamos reunidos. Hablamos de todo. Pedro Buiza, ya más sobrio, le invocaba ser autentico, debía hablar con su propio lenguaje. Con ese estilo había ganado el sillón municipal y así debía mantenerse. Toín Obregón, desde un lado, como reprochándole, le decía al Alcalde, llamado cariñosamente “Papachi”, que hacía meses que quería conversar con él para darle ideas. Alcides Vidal, hombre de las comunicaciones, empeñado en venderle la idea de una televisión local con una programación educadora. Le dice que presente su propuesta por escrito.
En eso se toca el tema de fondo, crítico y crucial: la presencia en la gestión municipal de Aníbal Romero. Hombre controvertido. Alcalde, por nueve años, de la provincia entre las décadas del ochenta y noventa. En ese entonces militante aprista. Hay evidencias que su gobierno estuvo plagado por la corrupción. Ingresó al Municipio pobre y cuando salió era el hombre más rico del medio. Astuto para evadir múltiples acusaciones. Intentó, varias veces, recuperar el poder local como fervoroso fujimorista.
El año pasado patrocinó la candidatura aprista de Máyela Vidal. Cuando no fue atendido sus requerimientos abandonó el barco y se fue, muy orondo, a la opción más expectante y prometedora: la candidatura de Juan Ponte. Este, con una retórica sencilla, con un quechua directo, había encandilado al campesinado, sector determinante en el juego electoral.
Se dice que desde su elección, Aníbal Romero lo había copado. Utilizó todo los mecanismos para rodearlo, aislarlo y aparecer como si el poder estuviera en sus manos. Todo Un Montesinos, personaje siniestro detrás de Fujimori.
Papachi, aquella tarde no soltó prenda. Dijo que Romero era un empleado más del municipio. Que su labor era puramente administrativa. Que no había ningún riesgo de manipulación, porque quien maneja el poder es él. Para ser escuchado por todos se paraba, para ser más categórico, agitaba los brazos y, con una mezcla de quechua y castellano, decía: “aunque no me crean, ya verán, ya verán, quien manda soy yo. A mí nadie me mandonea, nadie me controla”.
Volteo a la izquierda y veo a Magna Vía advirtiendo a la esposa de Papachi, lo nefasto que es la presencia de Aníbal en el Municipio. Debían retirarlo en el acto. Ella, algo confundida, asentaba. Movía la cabeza afirmativamente.
En eso, el Alcalde toca el tema de la reciente movilización campesina, encabezada por Hernán López Álvarez, Consejero Regional, quien con una dosis de demagogia le había conminado para dejar los cargos por no haber satisfecho las expectativas de la población. Aquella asamblea, llevada a cabo al pie de los vetustos cedros, fue propicia para el desborde de reclamos, para exigir el cumplimiento de promesas. Ponte reprocharía la inconsecuencia del Consejero: él había ganado la elección porque lo llevó en su lista y por el endose su popularidad.
Ya casi al atardecer, nos retiramos del evento para hacer entrega de los libros donados a favor del colegio Rosenda Sánchez Escudero. Apropósito de libros, la recolección de una tonelada y media, representó un gran esfuerzo desplegado durante más de dos años por Magna Vía y los directivos fidelinos. Se destinaron a más de doce entidades educativas, especialmente del sector rural.
OTRA VEZ POR LOS CAMINOS DEL INCA
En realidad el Alcalde es una persona animada por buenas intensiones. Se le ve ansioso por realizar obras. Por cumplir sus promesas. Cuando explica sus ideas, algunas incoherentes, inconsistentes, lo hace poseído por una gran convicción de su liderazgo. Se agita, va de un lugar a otro. Deplora que los plazos sean muy breves para concretar tantas promesas esparcidas en la campaña electoral. Es un agitador de sí mismo. Parece ser víctima de las expectativas generadas en el ánimo de un campesinado urgido de reivindicaciones.
Esto sucedió cuando visitamos Pueblo Viejo, antiguo ayllu pre incaico, cuyos pobladores fueron trasladados y reducidos en el valle para fundar el pueblo de Pomabamba. Por allí pasa el camino del inca. Es una ruta solitaria y mantenida en buenas condiciones cuya travesía se pierde entre cerros y páramos. Precisamente, muy cerca debe pasar la carretera, que los ingenieros, que nos acompañaron, están empeñados en unir al distrito de Quinuabamba y seguir hasta el Marañón. Será una vía estratégica. Por ella transitarán pasajeros y productos provenientes de la selva y los pobladores de esta zona, muy productora de papas y cereales, podrán comercializarlas en condiciones ventajosas.
Entre tanto, la ciudad marchaba en medio de las preocupaciones cotidianas de los habitantes. Respecto al libro de oro, el comentario era sobre el éxito de la ceremonia de presentación, buena concurrencia, el brindis muy generoso y alegre. Sobre el contenido del libro: nada. En verdad el pomabambino es muy poco proclive a la lectura. Simplemente no lee. Prefiere lo decorativo. Las fiestas, las reuniones. En ella ostentan conocimientos nacidos más de lo imaginativo que de una reflexión analítica. El pomabambino, por naturaleza, es estentóreo, reclamón, impaciente y poco cooperante. Rara vez se compromete en acciones de carácter social. Si lo hace es porque en ella hay un interés personal. Cuando se trata de criticar a las autoridades está en primera fila. Cuando se le convoca para una labor comunitaria, desaparece.
Huayllán, emporio e historia.
Es un pueblo a cinco kilómetros de distancia. Se llega en diez minutos. El recorrido es por una carretera afirmada. Por la época calurosa, el polvo se eleva y expande al paso de los carros. A los costados descuellan lánguidos molles y vetustos sauces. Hay un desvío que sube hacia la capital, donde está el moderno local municipal y construcciones recientes de material noble. Una iglesia rustica y grandiosa tiene la presencia dominante en una plaza árida, desolada y pequeña.
Cuando conversamos con Eulolio Escudero, colaborador del libro, nos decía que en este paraje radicaron, hace más de doscientos años, antiguas familias de criollos y que luego migraron hacia la ciudad capital provinciana. Esto es muy cierto porque en el medio aún sobreviven, nostálgicos y evocando antiguos señoríos, familias nacidas en aquel valle luciente y, a veces, sombrío. Huayllán no solamente es historia y linajes, es también, emporio. Es la antigua despensa que abastece a la población. Allí se produce variedad de hortalizas, frutas, cereales. Le favorecen el clima y el rio Pomabamba que atraviesa y riega las parcelas enclavadas en sus riberas.
El alcalde Miguel Limas Velveder, un poco sorprendido por nuestra llegada, nos hace pasar a su oficina. Es bastante joven. Dicen que obtuvo una alta votación en las últimas elecciones municipales por el efecto “Papachi”. Le abordamos el tema de la presentación del libro auspiciado por el Concejo y a eso, agregamos, el homenaje a los maestros Julio Vidal Vidal y Eulolio Escudero Caldas. Aceptó con el mayor gusto.
El acto se llevo a cabo a los tres días siguientes. Por la radio Pedro Matos se encargó de promocionarlo. La mejor forma de asegurar la presencia de los invitados es hacerlo de manera personal, nos advierte Ciro Cáldas. Cuando arribamos al pueblo, ingresamos al auditorio municipal. Un ambiente agradable, de material noble y con bastante luz y ventilación.
Habló el alcalde. Con muy buena disposición y destacando la significación del acontecimiento. Julio Vidal, quien ha dedicado al distrito un buen trecho de su labor docente y ha escrito monografías y anecdotarios. Fue muy evocativo. Recordó detalles de la creación distrital. En el libro, objeto de la presentación, escribe escenarios y personajes entrañables que seguramente para los presentes es una deliciosa revelación.
Luego, aparece la figura entrañable, unida al paisaje y a la historia del aquel lugar: Eulolio Escudero Caldas. Emocionado evoca recuerdos, querencias, ingratitudes y desencuentros. La vida es así. Dice entre resignado y como queriendo dar testimonio de una vida entregada a rastrear los laberintos de la memoria de aquel pueblo.
Ambos maestros, recibirían por primera vez, una expresión concreta, oficial, de gratitud por su contribución al desarrollo cultural y educativo de Huayllán. Medallas, pergaminos y anillos se cruzaron aquel medio día como manifestaciones de reconocimiento.
Bueno, si ésta crónica, escrita en la inmediatez del recuerdo y perturbado por una persistente gripe, fuera un balance de la obra realizada, confieso que sería altamente gratificante. Porque se cumplió con la meta: la presentación del Libro de Oro, texto que resume el historial anónimo y vital de un pueblo, por sus páginas transitan personajes y escenarios como si fueran aparecidos después de un largo y tedioso sueño. Allí, en el libro están registrados sus inmensas posibilidades; la riqueza de sus recursos; el colorido y la variedad de su folclore; la exquisitez de su comida; el canto irónico y lastimero de chimaychi. Todo esto viene a ser el patrimonio espiritual que palpita en el imaginario de un pueblo ansioso de reivindicaciones.
Video 1: Homenaje a Maestros en Huayllán - Pomabamba
Video 2: Entrevista a los responsables del Libro de Oro de Pomabamba
Videos: Pedro Escudero Cárdenas (Grupo Pomabamba)