... y nos trajeron a "Papachi".
Acabo de enterarme que las elecciones municipales en Pomabamba las ganó, de manera contundente, Juan Ponte Carranza (Somos Perú) conocido en el ambiente local como “Papachi” cuya significación literal es papá querido, amado.
Su procedencia y su imagen son esencialmente andinas. Durante la campaña desarrolló un trabajo de identificación y de convivencia cotidiana con la gente del campo. Recorría los caseríos y comarcas, compartiendo sus vivencias y afanes. Dormía en las casas más humildes y remotas. Su popularidad fue creciendo de manera imperceptible, paulatina y creciente.
En lo personal su trayectoria no presenta grandes hitos. Con 35 años de edad su vida pública es un páramo de absoluta soledad. Egresado de un Instituto técnico de Trujillo, como especialista en estructuras metálicas. En el medio lo conocen por el cerrajero. Fue amigo y compañero de ruta del actual Alcalde Watson Cirilo Diestra, a quien apoyó y, se comenta, que su contribución fue decisiva para colocarlo en el sillón municipal. Luego vendrían los distanciamientos. Hablaba de traiciones e ingratitudes que a la postre nutrieron sus ansias de reparación. Recorría el campo agitando una retórica reivindicativa, y tras ese señuelo, convocaba y movilizaba a los pobres y desheredados del campo.
Su fama fue creciendo día a día al extremo que un gran sector de la población lo había convertido en una especie de caudillo que convocaba adhesiones y emociones incondicionales. Es memorable aquella tarde del debate de los candidatos municipales, en el teatro Marelo, patrocinado por Federación Cultural de Pomabamba. Apenas pudo articular algunas ideas. No hubo propuestas medianamente consistentes y, para remate, Julio Azaña desbarató su Plan de Gobierno revelando que era el plagio del plan de un candidato a la alcaldía del remoto distrito de Colasay, de Jaén, en Cajamarca. Su intervención fue un desastre. Sin embargo, en la plazuela de El Convento le esperaba una multitud de poncho y llanque. Aquella figura chamuscada en el escenario del debate, al poco rato, era paseada en hombros como el triunfador de la tarde, como el héroe de la jornada.
¿Cómo interpretar el triunfo de “Papachi”? El mayor caudal de los votos viene de los campesinos, con quienes había cuajado una fuerte identidad no solo étnica, sino emocional y de afectos sólidos y perdurables que ni la prebendas, ni los regalos y los ruegos de los otros candidatos pudo romper. Cuando alguien de su confianza preguntaba al modesto leñador, artesano y peón por quien iba a votar, la respuesta era más que elocuente: “Por “Papachi” porque él es de nuestra casta y nos ha dicho que cuando él gane, los pobres mandaremos en la ciudad”. Insisto. La estrategia de campaña era muy clara: apuntaba a movilizar sentimientos muy atávicos, ancestrales cobijados en el imaginario campesino.
La gran moraleja de estas elecciones es que las campañas basadas en la compra de conciencias no funcionan. Es una lección para los futuros candidatos: los votos no se compran. Se ganan con propuestas medianamente comprensibles, y en este caso, se ha ganado por el carisma nutrida en la identidad étnica.
Bueno, a partir de ahora se abre un escenario de interrogantes en cuanto a la administración municipal. Mucha gente, especialmente de la ciudad, asume esta elección como un salto al vacío. Y no les falta razón. No se ha elegido un equipo, un programa y menos por un partido. Todo es incierto. Y en medio de esta orfandad no faltarán los aventureros y oportunistas que llegarán con la panacea para los males crónicos. La verdadera motivación será sacar provecho y ventaja. Cuidemos que esto no suceda. Porque nuevamente se entronizará la improvisación y la corrupción.
Con el triunfo de Juan Ponte se cierra un capitulo de oprobio y vergüenza para Pomabamba. La gestión de Watson Cirilo fue el reino del despilfarro, del toma y daca, donde la coima era el pan de cada día. Ahora más que nunca, esas cuentas, esas licitaciones y adjudicaciones merecen ser revisadas y ventiladas.
Al margen de esta coyuntura electoral hay tareas mucho más vastas que cumplir. Por ejemplo, la necesidad de consolidar la municipalidad no solo como institución representativa, sino, como entidad eficaz en resolver los problemas de una población que ha navegado sin concierto ni rumbo.
La jornada de hoy día es una enorme lección para la gente de la ciudad y su clase dirigente: que detrás de ellos hay un inmenso contingente de hombres y mujeres que habitan en las comarcas, en los caseríos y los villorrios, a quienes no se les toma en cuenta. Son los eternamente ninguneados, pero que en los momentos decisivos, adquieren protagonismo y son capaces de definir el curso de los acontecimientos, como ahora, mañana será, quien sabe, de la historia. Aquí, nuevamente, se plantea en nuestra agenda: el tema de la inclusión social. Estas elecciones han tenido la virtud no solo de recordarnos, sino, de mostrarnos como una exigencia, como un mandato imperativo.
Lima, 03 de octubre 2010
Pedro A. Flores Cueva